Los adolescentes son más propensos a fumar, beber y
consumir marihuana (y hacerlo a una edad más temprana) si sus madres
tenían depresión cuando los niños estaban en la escuela primaria, según
un nuevo estudio.
Los mismos adolescentes también son más propensos a realizar actos
violentos y otras conductas delictivas, según el estudio, publicado en
línea el 22 de diciembre en la revista Pediatrics.
Los investigadores esperaban que los adolescentes cuyas madres
estuvieran deprimidas en la actualidad serían los que más probabilidades
tendrían de realizar conductas arriesgadas, “ya que esos niños pueden
carecer tanto de la supervisión como del respaldo que uno de los padres
puede ofrecer durante un momento emotivo”, afirmó el coautor del
estudio, Ian Colman, profesor asociado de epidemiología en la
Universidad de Ottawa, en Canadá.
“De modo que nos sorprendió ver que la depresión materna cuando el
niño tenía entre 6 y 10 años realmente se asociaba de manera más firme
con esas conductas arriesgadas para la salud”, comentó Colman.
Es en estos años tempranos de formación cuando los niños, que todavía
necesitan el respaldo y la guía de sus padres, empiezan a sentir una
mayor influencia de los otros niños, dijo Seanna Crosbie, trabajadora
social y directora del programa de servicios de trauma informado del
Centro de Guía del Niño en Austin, Texas.
“Es durante este periodo cuando los niños obtienen la aprobación de
los padres y profesores al exhibir las competencias y las actividades
que la sociedad valora”, y entonces se desarrolla un sentimiento de
orgullo y de maestría de las habilidades, comentó Crosbie. “Si los niños
no reciben comentarios positivos y el apoyo de su entorno, podrían
desarrollar un sentimiento de baja autoestima e inferioridad”.
Un padre deprimido, dijo Crosbie, podría no ser capaz de realizar
comentarios positivos a un niño sobre su conducta ni de satisfacer sus
necesidades psicológicas. Y eso “probablemente lleve a que el niño
realice conductas de alto riesgo a medida que llega a la adolescencia”,
dijo.
Colman y sus colaboradores dieron seguimiento a más de 2,900 parejas
de madres canadienses y sus hijos desde 1994, cuando los niños tenían
entre 2 y 5 años de edad, hasta que los niños tenían entre 16 y 17 años.
Cada dos años, las madres rellenaron unos cuestionarios sobre sí
mismas, sus parejas y el entorno social de los niños. Los niños
empezaron a completar sus propios cuestionarios a partir de los 10 años
de edad.
Los investigadores preguntaron a los niños qué sustancias habían
tomado y si alguna vez habían robado algo, si habían tenido un arma, si
la policía les había interrogado, si habían peleado con alguien, si
habían roto algo intencionadamente, si habían vendido drogas, mantenido
relaciones sexuales, intentado suicidarse o escapar de casa, entre otras
conductas arriesgadas.
Aproximadamente el 4 por ciento de las madres de los adolescentes
habían sufrido síntomas de depresión cuando los niños tenían entre 6 y
10 años.
Los hijos de esas madres tenían aproximadamente el doble de
probabilidades de empezar a fumar y a consumir marihuana que los niños
de madres con menos síntomas de depresión a lo largo de toda su niñez,
halló el estudio.
Los adolescentes de madres que habían estado deprimidas también
tenían 1.4 veces más probabilidades de empezar a beber alcohol y una
probabilidad más de tres veces más alta de tomar alucinógenos.
Incluso tras tener en cuenta el sexo y los ingresos familiares, los
investigadores hallaron que estos adolescentes también tenían más
probabilidades de realizar conductas delictivas violentas y no violentas
que los que tenían madres que no estaban deprimidas durante el periodo
medio de la infancia de sus hijos.
Pero el estudio no demuestra que la depresión materna lleve a conductas arriesgadas.
“Podríamos estar viendo una combinación de efectos genéticos y
ambientales en estos resultados”, dijo Colman. “Sin embargo, aunque los
efectos genéticos podrían explicar parcialmente una asociación general
entre la depresión materna y la conducta arriesgada adolescente, es poco
probable que expliquen la razón por la que los efectos se dan en un
momento concreto”.
Y aunque este estudio no observó los efectos en la depresión de los
papás, Colman dijo que probablemente la salud mental del papá también
sea importante para el desarrollo saludable de un niño.
“Hay una falta real de investigación sólida sobre los efectos de la
depresión paterna”, señaló. “Esto se debe en gran medida a que las
madres son más propensas a responder a las encuestas sobre sus hijos y a
identificarse a sí mismas como las cuidadoras principales del niño”.
Independientemente de cuál de los padres esté atravesando
dificultades de salud mental, es importante que pidan ayuda, dijo
Crosbie.
“Ser padre es uno de los trabajos más exigentes del mundo. Los padres
tienen muchas exigencias y responsabilidades en la vida, lo que puede
llevar a estresarse demasiado y a deprimirse”, indicó Crosbie.
“Por tanto, es importante que los padres busquen ayuda para ellos
mismos, sobre todo si sufren síntomas de depresión, lo que incluye
problemas para dormir, cambios en el apetito, sentimientos de
desesperación o ideación [pensamientos] suicidas”, dijo. “Con la
intervención, la depresión puede tratarse con éxito. Y buscar
tratamiento es lo mejor que un padre puede hacer por la familia”.
Artículo por HealthDay, traducido por Hispanicare
FUENTES: Ian Colman, Ph.D., Canada Research Chair in Mental Health
Epidemiology and associate professor, department of epidemiology and
community medicine, University of Ottawa, Ontario, Canada; Seanna
Crosbie, L.C.S.W., director, program and trauma-informed services,
Austin Child Guidance Center, Austin, Texas; January 2015 Pediatrics
Fuente: http://canal44.com