Según un estudio de la Universidad de
Montreal, en Canadá, tres genes podrían impulsar a los jóvenes a
convertirse en delincuentes, aunque el entorno es determinante en la
posibilidad de que esos genes se impongan o no.
Esta es la principal conclusión de una
investigación realizada sobre la relación entre las experiencias
positivas y negativas, aunadas a la predisposición genética.
En el estudio, en el que participaron
mil 337 estudiantes suecos de entre 17 y 18 años, se buscaba además
determinar si la delincuencia juvenil estaba asociada a la interacción
entre genes distintos.
Los participantes completaron, de forma
anónima, cuestionarios sobre sus actitudes delincuentes, sus conflictos
familiares, sus experiencias de abuso sexual, y sobre la calidad de sus
relaciones con sus padres. También proporcionaron una muestra de saliva
de la que los investigadores extrajeron el ADN para su análisis.
Se descubrió así lo siguiente. Por una
parte, que una variante menos activa del gen MAOA, que codifica unas
enzimas llamadas monoamino oxidasas (MAOA), puede predisponer a los
hombres que han sufrido abuso físico en la infancia a conductas
antisociales graves en la edad adulta. Entre las mujeres, la variante
del gen MAOA tiene el mismo efecto, si estas han sufrido circunstancias
adversas en su infancia.
Por otro lado, se constató que una
variante del gen BDNF, que codifica el factor neurotrófico derivado del
cerebro (BDNF), que a su vez modula la plasticidad neuronal (la
capacidad de las células cerebrales para reorganizar sus conexiones)
también está asociada al comportamiento agresivo si las personas que
tienen dicha variante han interactuado con personas agresivas.
El tercer gen identificado fue el
transportador de la serotonina 5-HTTLPR. Una variante de baja actividad
de este gen puede hacer que las personas expuestas a la adversidad en la
niñez sean más propensas a mostrar un comportamiento antisocial y
agresivo, señalan los investigadores en un comunicado de la Universidad
de Montreal difundido por AlphaGalileo.
La buena noticia
"Encontramos que estas tres variantes
genéticas, si interactúan entre sí con conflictos familiares y abusos
sexuales aumentan la probabilidad de comportamiento antisocial”. La
buena noticia es que “una relación positiva entre padres e hijos
disminuye el riesgo de delincuencia" a pesar de dichas variantes,
afirman los autores del estudio.
Por lo tanto, todas estas variantes
genéticas podían asociarse con niveles altos y bajos de delincuencia
dependiendo de la exposición de los individuos a ambientes positivos o
negativos.
Los resultados se suman a los de estudios previos que demuestran que los genes afectan al cerebro y al comportamiento mediante la alteración de la sensibilidad a cada entorno, concluyen los investigadores.
Los resultados se suman a los de estudios previos que demuestran que los genes afectan al cerebro y al comportamiento mediante la alteración de la sensibilidad a cada entorno, concluyen los investigadores.
Los genes por sí solos no serían determinantes
El papel que juega la combinación de
genética y entorno en el desarrollo de comportamientos antisociales y
criminales se está estudiando desde hace años. En 2012, el psicólogo
Brian Boutwell, del College of Criminal Justice de la Sam Houston State
University (SHSU) de Estados Unidos, y sus colaboradores publicaron los
resultados de un estudio sobre la relación entre factores genéticos de
riesgo para el comportamiento antisocial y el uso del castigo físico en
los niños.
Concluyeron que ciertos factores
genéticos determinarían el efecto del maltrato en el comportamiento
antisocial. Más concretamente, que los niños con una predisposición
genética al comportamiento antisocial parecen ser los más sensibles a
las influencias negativas del castigo físico.
Por otra parte, en 2011, otro estudio
realizado por investigadores de la Virginia Commonwealth University
reveló que un gen particular (el CHRM2) influye en los comportamientos
peligrosos que desarrollan algunos adolescentes. En este caso, también
se demostró la importancia del entorno: que la atención paterna y
materna (el grado de conocimiento que los padres tienen acerca de lo que
sus hijos hacen) es un moderador clave del grado de influencia de las
predisposiciones genéticas hacia las actitudes perniciosas, como el
abuso de sustancias.
Fuente: http://www.invdes.com.mx